Un semana le duró el liderato al Real Madrid. Su eterno rival, Barcelona, se lo arrebató en el Camp Nou gracias a un golazo de Zlatan Ibrahimovic al inicio de la segunda mitad, en uno de los clásicos más igualados de los últimos años.
El Barça tuvo que pelear la victoria hasta el último suspiro. Primero, enfrentándose a un oponente que incomodó mucho su juego, sobre todo en el primer tiempo. Y después, sobreponiéndose a la adversidad de jugar con un hombre menos durante la última media hora de partido, justo cuando todo se le había puesto de cara al adelantarse en el marcador.
Con Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, pero sin Ibra, arrancó el partido. No hubo minutos de tanteo. Ambos equipos fueron a buscarse muy arriba desde el inicio, para luego atacarse cada uno con su estilo. El Barça elaborando su fútbol; el Madrid, con un juego más primario y directo.
Fue un pulso de veinte minutos por controlar el centro del campo. Un primer envite de fútbol eléctrico, con muchos más errores que aciertos, que terminó cuando llegó la primera ocasión clara del partido: un mano a mano de Cristiano con Valdés que el meta azulgrana desvió con la punta de una bota.
El Real Madrid había enseñado los dientes al Barça en su propia casa y el conjunto catalán pareció desconcertado. Quiso darle réplica, pero no encontraba la clarividencia de Xavi ni tampoco el desborde de Messi, permanentemente vigilado por Arbeloa o Albiol.
Los de Pellegrini ahogaron al Barça en 30 metros, y el conjunto azulgrana no supo serenar su juego. Ansioso, precipitado, enmarañado, cayó de cuatro patitas en la trampa blanca. Lass y Xabi Alonso trazaban la línea, y el equipo de Guardiola jugó durante muchos minutos alejado de los dominios de Casillas.
El Madrid, amenazante, tuvo otra clara ocasión por mediación de Marcelo, pero Puyol se interpuso cuando el volante brasileño se disponía a fusilar a Valdés.
Sólo al final de la primera parte, cuando Iniesta apareció por la izquierda para suplir las carencias de un desangelado Henry, el Barça puso tímidamente a prueba a Iker.
Parecía difícil que el Real Madrid aguantará ese ritmo en la reanudación. Y, efectivamente, fue perdiendo fuelle desde el inicio de la segunda parte. Aún así, pudo adelantarse en una contra que acabó en las botas de Higuaín y que de nuevo abortó un bravo Puyol.
Instantes antes, Ibrahimovic había entrado en escena sustituyendo a Henry. En la primera que tuvo, el sueco fusiló a Casillas al conectar de volea un centro por la derecha de Alves (1-0).
Faltaban treinta y cinco minutos para el final y el Barça empezaba a convertir el partido en un rondo eterno. Pero entonces, a Busquets se le cruzaron los cables y decidió cortar con la mano una jugada sin peligro en el campo rival.
El canterano, bastante descentrado durante todo el encuentro, ya había visto una primera amarilla minutos antes por una falta en el centro del campo. Guardiola, que ya tenía pensado sustituirle por Touré Yaya, se lo quería comer cuando, cabizbajo, abandonó el campo hacia el túnel de vestuarios.
Los locales volvieron a sufrir con diez. Ronaldo tuvo su ocasión de cabeza antes de ser sustituido por Benzema, y el punta francés una aún más clara que envió fuera dentro del área pequeña, donde el balón había ido a parar rebotado tras el lanzamiento de un córner.
Pese al acoso visitante, el Barça a estas alturas ya había encontrado su identidad y fabricaba algo de juego a la contra al ritmo de un excelso Iniesta.
Abidal y Messi tuvieron dos ocasiones clarísimas para sentenciar en la recta final, pero el francés cruzó demasiado su disparo y al argentino se le apareció San Iker. Los delanteros blancos también lo intentaron hasta el final, pero esta tarde se toparon con dos centrales superlativos como Puyol y Piqué.
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