Me tome la moelstia de transcribir la nota de mi colega Jesus "Chucho" Mestas quien fue enviado especial del diario El Bocón de Perú a Montevideo y refleja lo que vivió en dicho escenario luego de la desastrosa goleada que acabo con el sueño mundialista y que manera de terminar con una pesadilla.
Siento vergüenza de estar en medio del Centenario viendo a once sombras torpes, sometidas y arruinadas vestidas de rojiblanco.
Los periodistas uruguayos me despiden como si trataran de darme el pésame. Me miran con misericordia. Siento vergüenza por esos hinchas peruanos que se retiran del estadio, después de gritarle toda su furia a esa estatua de carne y hueso llamada “Chemo” del Solar.
La vergüenza me consume. Nunca antes le habían metido seis goles a Perú en eliminatorias, y yo estoy aquí, siendo testigo de excepción.
Sin poder hacer nada. Tan sólo soportando el horrendo espectáculo. Viendo cómo descuartizan al equipo de todos. Al equipo de nadie. Es casi como asistir a la muerte misma del ser que uno más ama. Al menos los hinchas pueden marcharse, yo en cambio, tengo que permanecer hasta el final. Hasta el último gol de Abreu. Siento tanta verg¸enza.
Como todos los que llegamos desde Perú, optimistas por la revitalización del ánimo al margen del empate ante Colombia, que aguantamos estoicamente el grito ensordecedor y despiadado en torno nuestro en cada gol.
El que parece no tiene vergüenza es el técnico peruano que no se cansó de disparar sonrisas pese a que era el responsable de la peor derrota peruana en las eliminatorias. Sonrió con sus verdugos uruguayos y con sus ¿verdugos? periodistas en el momento de la conferencia de prensa.
“Chemo” Del Solar se dedicó aquí en Uruguay, como en Chile, Ecuador, España, Estados Unidos, a ser fotogénico. Eso que en política es moneda corriente, la asumió siempre. Para él era más importante dar buena impresión antes que dar soluciones como técnico.
La selección peruana jugó los primeros minutos del partido peleando pero sin orden, sin convicción, sin un líder fuera de la cancha y menos, uno dentro. Por eso, cuando ese único Guerrero que mantiene en vilo la esperanza de un futuro remotamente mejor, nos dejó un penal que se convirtió en el segundo de Forlán y nos dejó abandonados en medio de ese cementerio lúgubre que lleva por nombre Centenario, entonces todo se acabó.
Los que quedaron, bajaron los brazos. Y faltaba tanto por delante. Esos que dijeron que saldrían a matar a Uruguay, le huían a morir con dignidad.
El equipo no mete goles sencillamente porque no tiene ocasión... En esas condiciones (sin Guerrero) haría falta un delantero con atributos casi divinos para resolver la inesperada carencia de nuestra selección. Siento la vergüenza convertida en nudo en la garganta.
Espero que también la sienta Manuel Burga, el máximo responsable de esta historia lapidaria. Ya se fue Juvenal Silva diciendo que se equivocó al nombrar al técnico.
Ya le toca irse a Burga. ¿Quién lo botará? Si este 6-0 no lo echa, ¿quién más?
Cortesia
Montevideo, Uruguay
JESÚS MESTAS WONG
Enviado especial
Diario El Bocón
1 comentario:
Verguenza es lo que se siente.
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